Más allá de Brasil (y de las brasileñas), del juego, del resultado o de Corea, en la retina del partido quedó el principio: esa imagen de Tsae Se llorando en el himno coreano a lágrima viva. Fue un momento emocionante, significativo de lo que representa este Mundial, pero menos de lo que parece porque la verdad es que el chico siempre llora cuando oye el himno. Tsae Se es el delantero centro de Corea del Norte y es bueno. Tanto que dicen que es el Rooney coreano. Evidentemente, no llega al inglés, pero es buen futbolista. Lo curioso del caso es que nació y se crió en Japón. De hecho, juega en Japón, pero sus abuelos eran coreanos y se nacionalizó para jugar allí (su familia es procomunista). Con todo, su ilusión es dar el salto a Europa, lo que no quita que dado un momento como este el chico se emocione.

En la grada helada del Ellis Park (dos grados bajo cero), los graciosillos decían que debía estar llorando al ver lo malo que era este Mundial. Y es verdad que está saliendo rana pero, al menos ayer ambos equipos intentaron cosas, una porque es Brasil (y está dicho todo) y la otra porque Tsae Se es el espíritu de este equipo, capaz de morir con las botas puestas antes de dejar que les metan un gol.

Lata abierta

Lo bueno es que todo lo interesante que hizo Corea, además de defenderse como gato panza arriba, vino de Tsae Se que, más solo que la una, se las apañó para crear cierta inquietud a Julio César. Pero lo cierto es que casi todo fue brasileño: el dominio, el balón, la fantasía, el ataque continuo, en fin, lo que era de prever. No marcaron, entre otras cosas porque, fieles a lo que son, empezaron a mirarse el ombligo y a pensar "que bien jugamos, cómo me lo paso...". Bicicletas, taconcitos, regates para arriba, para abajo, paredes... Mucho de todo y poco de gol, que con tanto adorno navideño se les fue el santo, y los minutos, al cielo.

Pero, como era de esperar, al decrecer el físico coreano, antes o después se abrió la lata. Maicon entró como un tren por la derecha y encontró hueco en la ingenuidad del portero ("tu palo antes que nada chaval") y se la clavó bien clavada por donde menos esperaba. Después nada, más filigranas brasileñas y correr y correr de los coreanos hacia la nada. Buscaron el balón y no lo encontraron. Era brasileño. Al final, Elano cerró la cuenta y casi el partido porque en los últimos suspiros Yun Nam hizo el del honor, que era mucho, coreano.