Dos camiones atropellaron a Italia nada más salir. El
primero Eslovaquia, con su fútbol potente, atrevido y directo. El
segundo fue la misma Italia que, víctima de sí misma, vive al borde
continuo del precipicio. Siempre se confía en que, a trancas y
barrancas, con trampas, suerte, malicia, experiencia y competitividad va
a salir adelante, porque ya se sabe que con fútbol no. Ni sabe jugar a
eso ni le interesa. Antes tenía a gente como Pirlo, Del Piero o Baggio.
Ahora, o no los tiene o no los sacan. Se encomienda a Montolivo al que
luego ni le dan el balón pues todos juegan al pelotazo y tente tieso,
una ruleta rusa viviente. Si juegas muchas veces al final te vuelas la
cabeza y hoy Eslovaquia metió más balas en el tambor. Llevaba amenazando
con mucha vitalidad en su juego, pero sin encontrar a Hamsik, que es su
alma mater. La figura eslovaca salió enchufado y, con Hamsik en juego,
Eslovaquia es el doble.
A los italianos les dio igual, como sólo juegan a ser ellos pensaron que con meterse atrás ya le llegaría alguna a Iaquinta que, por cierto, se empeñó en pegar patadas al aire en vez de al balón. Lippi metió además a Gattuso en el equipo, todo un síntoma de lo que pretendía. Parar el medio campo, que no les metieran gol y a ver si Montolivo hacía alguna. Una temeridad, un tiro en el pie, un tirarse al vacío sin colchoneta.
Ni que decir tiene que Eslovaquia le pegó un repaso de narices. Los italianos ni vieron el balón (nunca lo ven pero así viven ellos) hasta que al final Vittek, otro que estaba desaparecido en combate hasta que dejó de estarlo, se la clavó a Marchetti por abajo. Un Marchetti que, hasta entonces había vivido en un permanente estado de nervios al ver lo que tenía delante, una ruina total.
Lippi se la jugó (relativamente) tras el descanso, no porque quisiera, sino porque no le quedaba otra. Quitó a Gattuso y metio a Quagliarella, cambio ofensivo aunque seguro que lo hizo tapándose la cara del dolor que le dio. Después metió a Pirlo pero quitando a Montolivo vaya a que le diera un ataque al riñón.
Intensa desesperación
Pero fue la desesperación más que otra cosa lo que hizo que Italia avanzase algo y crease ocasiones. También Eslovaquia, a la que dio un ataque de mieditis a ganar. Entre uno y otro cambiaron la tendencia del choque, que no el signo, que seguía siendo de mediocre para abajo. Para ser justos, hay que decir que Italia lo intentó con una valentía desconocida en ella, rondó el gol y pugnó por la clasificación que estaba tan cerca como lejos pues Eslovaquia siempre estuvo cerca del segundo con sus contras tremendas. Al final, la combinación Hamsik-Vittek funcionó de nuevo e Italia se fue para casa a pesar del postrero gol de Di Natale porque Eslovaquia volvió a marcar gracias a Benito Floro. Saque de banda y final de todo aunque Quagliarella marcase el 2-3. No se puede jugar tanto a la ruleta rusa...