Los entrenadores de este Mundial, en su gran mayoría, son
unos fariseos. Mucho "al ataque, al ataque, iremos contra ellos hasta
morir, a galopar, a galopar hasta enterrarlos en el mar", que algunos se
creen Alberti y luego nada, todo es mentira, una farsa, una pantomima
para quedar bien delante de la comunidad internacional. "Que valiente es
Low", o el otro, o el otro o el de más allá. Y al final todo es un
renunciar, a encerrarse como tortugas, con más miedo que vergüenza.
Vale, Alemania mantuvo su puerta a cero durante una primera parte de caparazón, pero lo hizo por los pelos, con el corazón encogido y presto a que Pedro, Xavi o Villa encontrarán un agujerito, pequeño, pero suficiente. Estuvieron a punto de conseguirlo un buen número de veces, ocasiones de estas que no fructifican por un milímetro, por una bota puesta a última hora, por un control mal realizado pero que igual podía haber sido bueno.
Alemania se encomendó a la medianía, a la mediocridad durante más de media hora en la que estuvo jugando con fuego, con revólveres cargados. No sólo se echó atrás, sino que ni siquiera presionó. España movió el balón como en el patio del colegio. Sí, tenía a diez tíos delante en un frontón casi inexpugnable, pero nadie la apremió ni la asfixió. Respiró con comodidad hasta casi la frontal rival. Luego, los germanos se salvaron por designios del destino, no por juego real.
Del Bosque había elegido a Pedro por Torres, y ello añadió más confusión al juego alemán, que esperaba a Villa por la izquierda y apareció por el centro. Ganó dos o tres carreras a las torres alemanas y casi produce un destrozo. Eso fue lo malo, el casi, que nunca llegó a ser un gol que tanto mereció el equipo.
Alemania empezó a verlo mal y no tuvo más remedio que
salir un poco. Encontró a Ozil y el buen manejo que este hizo de los
pocos balones que le dieron hizo entrar a duda a los de Del Bosque.
"Vaya a que..." Cuando se tiene tanto dominio y no se ejercita
adecuadamente o se rentabiliza poco, uno acaba volviéndose espeso, al
tiempo que el contrario adquiere confianza. En el último cuarto de hora
las contras germanas adquirían tono y color. Se estrellaron con
Casillas, que hizo mucho bueno aunque manchado con alguna salida aérea
que dejó que desear.
Pero lo peor, más allá del resultado, fue que Alemania
nos robó el partido, el bello encuentro que pudo ser y no fue. Con los
resortes que tiene este equipo, con su poderío y fútbol, verle
acomplejado atrás, temeroso, sin más respuesta que encomendarse a que el
pobre Klose agarrase un pelotazo, daba una grima tremenda. Sin embargo,
se salieron con la suya, que era una meta mísera y rastrera, pero allá
cada cual con su cocido y su imagen. Y también con su riesgo.
España hizo lo que tenía que hacer: movió el balón con paciencia, buscando a Xavi y a Iniesta y Pedro entre líneas, con aperturas, abriendo el campo, siempre con criterio, realizando un buen partido, el que se espera de una selección así. No tuvo remate final, pero sí ocasiones. Quizás con el correr del reloj se sintió un poco acomodada, casi burguesa, sin la chispa o la tensión necesaria que le hubiera producido una presión mayor. Algo así como el temible "ya saldrá" que a tantos equipos se ha llevado por delante.
A la salida del agua intermedia, Alemania hizo un amago.
"Que voy". Pero bacalá. Un espejismo. España le metió dos guantazos en
forma de disparos de Xabi Alonso y se volvió a esconder. Otra vez el
rondo, la búsqueda del tesoro por aquí y por allá con la mejor de
Iniesta a la que no llegó Villa porque mide 1,76 en vez de 1,80. No
obstante, no llegaba. Faltaba el que la metiera, que no es fácil de
encontrar en el fútbol.
Un remate heroico
Y en estas entró Kroos, fuera de sitio, pero Kroos al fin y al cabo. La primera que tocó la sacó Casillas porque es muy bueno, pero ya fue un aviso. Y a la siguiente, a contramano, a contrajuego, llegó un jabato y se la clavó a los germanos. Un córner, un balón parado en el que los alemanes son expertos, fue su tumba. Entró Puyol en un salto increíble, con muelles, una ejecución perfecta, cabezazo de Marcelino para hacer soltar los goznes de la cerradura rival por donde menos se esperaba. Low quemó las naves. Metió a Gómez y adelantó todo veinte metros, a riesgo de que llegase Villa y los matase. Pero no quedaba otra. Así que España movió pieza y metió a Torres. Fernando, con espacios y a la contra. Ni en sueños. Pedro la perdió por chupón, pero amenazaba caja para los alemanes, caja mortuoria. Al final, España a la final por valiente y Alemania a la tumba por dodotis.